domingo, 23 de mayo de 2010

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luz mejora cosas, empuje, aguante, pocas ganas de escribir, muchas, repentinas. encender ordenador cerrado hasta mañana por el impulso de escribir, de contar a los pocos que leen este espacio que ha llegado la primavera y que me quiero enamorar. besos en los cuellos, miradas tan auténticas como este cielo de Velásquez que nos regala más horas para que lo disfrutemos. quiero dormir. durmamos juntas era el dicho final de todas las jornadas con todas las mujeres de mi vida. el deseo de dormir side by side, si no se concreta, llega con el débil sucedáneo del "duerme bien, bebé". Or whatever. O eso o la promiscuidad en la ciudad. Ya el monjismo llega a extremos imposibles. Adieu. Duerme, reina.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Dignatarios con junta de acreedores

La esperanza esconde un miedo sangriento. Esconde la patada que tu nariz recibirá en instantes posteriores a tu estado de euforia. Es la fe débil, como dirían algunos filósofos de la vida misma. Es la alfombra que tapa la basura. Es el traje de los dignatarios.

Espero, con traje de roedora implacable pero con alma honesta, una buena aceitadita.

Espero, sino, que el cambio climático traiga de pronto lluvia de billetes, caidos de nubes grises llenos de dolor, que de algo debe servir el sacrificio.

Espero no regresar al puto pueblo que me vio nacer, donde la desesperanza de una vida burguesa y comprometida con los valores tradicionales me enganchen a nubes grises de las que desde luego, no llueve mucho dinero (el poco, para unos pocos).

Espero no tener que suprimir mi sexualidad, ni tener que luchar por un universo gay lleno de maricas burgueses y de lesbianas hostiles. Eso me espera. Eso esperu.

Espero seguir posando de dignataria en una sala muy decente, intentando decirle a alguien que la ley vale la pena, disimulando el rictus mortal que el desempeño jurídico genera para que la pobre, que ya pocas esperanzas alberga, no las pierda del todo. Mientras paguen, tudu bem, show must go on.

Espero amor. Espero tizar. Este es el momento de las estupideces. Quiero amar y a la vez colocar una tiza en tu mano derecha, y que mientras me ames traces una línea divisoria entre el antes de las deudas y el después de las deudas. Detrás de la línea hacen colita mis acreedores, recibiendo sin demasiada espera su rico billetín. Vendrías con un pan, con una torta bajo el brazo. Mataríamos pájaros de un tiro. Bastantiños.

La aventura caótica que inicié desde hace mucho tiempo, pero que definí un 29 de agosto, día heroico de no sé qué cosa (creo que cuando Tacna decidió ser Perú). Yo salía de una sórdida juerga, me sentía observada como mujer, auscultada por los policías tempraneros que vigilaban el órden público mientras se marchaba heroicamente. Acababa de bajarme en el cruce de JP con AQP, después de viajar apretujada en una combi de lata fina, un largo viaje desde el llauca, repito, una sórdida noche, pirañas detrás de mí. Cielo gris, omnipresencia policial, miradas de descalificación. Ideas sobre qué cachinear para parar la olla de la semana sin tener que recurrir a una alicaida tarjeta de crédito, hoy cadáver.

Pero nada, flaca. Ya estás subida en otra combi, de verdadera envergadura. Todo tiene que consolidarse. Piensa positivo. Pensar negativo es de gente que puede permitírselo, dárselas de malditista y seguir teniendo el frigider lleno de comida. Tú no, flaca. Tú no. Tú sigue leyendo tus cojudecitas baratas esperanzadoras, sí, llenadoras de fe débil, llenadoras como el pan, que no alimentan pero que te permiten tirar para adelante. ¿Cómo se te ocurre que el mendigo gaste 20 euros en un menú lujoso, cuando puede comprarse una barra de pan de los chinos y tener 19.50 para tirar de eso 2 semanas?.

Tengo que estar bien vestida para la cita con el séxyto.

Espero que me alcance para el Hermenegilda Seña de los chinos.

domingo, 2 de mayo de 2010

Insumisión

El avión daba demasiadas vueltas para el aterrizaje. Se preguntaba qué ocurría, siempre había aterrizado bien por estos tiempos, el clima era estupendo y la infraestructura a donde llegarían, impresionante. El avión daba demasiadas vueltas y ella se daba demasiadas vueltas, tantas que cayó de bruces en la realidad, bajándose las ventanillas de la avión con su propio llanto, desaforada, desafortunada, despavorida.

Sobrevivió a los golpes de la maciza pista. Le contó un par de mentiras a los oficiales migratorios a pesar de su debacle. Le ligó. Sabía que no debía hacerlo, ni que tenía estrictamente por qué, pero que era necesario.

La dejaron pasar.

En el ascensor del aeropuerto, todo eran risas inconmesurables, euforia incontrolada, alegría alegría y placer. A pocos metros de conseguir la meta, decía, la ruptura del material del que estaba hecho la ventana del avión, y la ruptura instrumental de la verdad para poder seguir viviendo tal y como ella quería vivir la vida, eran insuficientes para causarle el dolor natural que ello produce.

El trayecto, sin embargo, dolía mucho. Pensaba que en esta vida nos bajamos de aviones, de trenes, de buses, para seguir viajando sobre nuestros pies. The plans are not the plans, solo bosquejos de la historia futura inmediata que tú quieres, intentos de futurología cotidiana, paparruchadas subidas de nivel sólo porque están anotadas en un Moleskine. The plans are not the plans, sólo los hijos de la vida misma te lo harán entender. Ya en esta estación de Metro costaba reir. Tras los enormes pasillos del intercambio volvió a morirse un poco. Y decía que se quería matar.

Todo el peso del mundo se concentraba en sus bolsillos vacíos. Ningún peso habían representado las amenazas de muerte propia, siempre amenazas, siempre retórica hueca, pero, enfrentada a la vida y a la muerte, al zombie que nos sacude todos los días para obligarnos a ejercer el puto derecho-deber de ganarse la vida, empezaba a recorrerle la idea de dejar de ser un zombie para siempre. De una segunda muerte. Ahora sí tomaba impulso hacia los rieles de tren. Nadie la dejaba matarse pero nadie le daba esperanzas de vida, más allá de la retórica hueca del "notemates porfavorquetienes toooooda una vida por delante", utilizada porque nadie asume la sangre y porque matarse, el acto más puro de libertad, está mal visto por la mayoría manipulada. Pero ella quería volver a morir. Rematarse. Ya se había muerto en vida, caminaba muerta en vida porque le habían propinado dos golpes en la cabeza: uno por decir verdades, otro por algo que no tenemos todavía documentado y por eso no publicaremos. Rieles, cortes, exceso de pastillitas, artículos de limpieza en la cocina, empezaron a ganar terreno en su mente nublada y en su pobre corazón. Tenían cada vez un mayor sentido. También la necesidad de elegir entre alguno de estos elementos. O su simultaneidad, para "empoderar" las cosas. Está tomando impulso y la desgracia de tener bichos en la mente y las ganas de huir que se incrementan desordenadamente con la angustia lo fomentan. Pero, esta vez, como todas las veces en que se quiere matar, sólo convulsionaba.

Se fue llorando hasta la última estación de metro. Empalmó con el Metro Ligero y se olvidó de todos los honores y éxitos falsos con los que aguantaba la vida (y que encima le enrostraban como si fueran una gran cosa para una vida de expectativas). La lentitud del ML la desesperó. Lentitud-impulso. ¿Pero de qué? ¿Pero para qué?. Explosión de llanto, como una niña, intentar controlarse. Un rumano con perfecto español y perfectamente adaptado al cliché de buena onda, le suplicaba una no autoeliminación ("¡no te mates por favor¡" ante la sola, solo la sola, mención al suicidio). Cuando se deshizo del impertinente, siguió pensando. Era cuestión de segundos, se tiró al suelo, convulsionó de pena, sólo de pena, nada de presión baja ni paparruchadas para viejas. Podía sentir las paradojas encantadoras del viejo mundo sobre su piel (nadie te mira cuando lloras, cada uno a su bola), ilusionarte con ellas, pero sí tuviste a 3 rodeándote. ¿Te pasa algo? (sí, huevona). Entonces llamaremos al jefe de la estación (¿y qué tiene que hacer un jefe de estación ante el exceso de pena, pedirle el abono de metro y pasárselo por el culo para autenticarlo?). Fuck off. Gritó su libertad, se fue corriendo, volvió a caer, en el suelo se mordió las muñecas de las dos manos, con una fuerza inusitada que dejó unas marcas únicas, como de sangre. Una en cada lado. Su dentadura en miniatura, marcada en rojo.

Signos, evidentes, de su parte insegura.

Llegó el momento de la rebeldía. La niña crece, y ya prepara su muerte con empeño y emoción. No sé si la extrañaré. Nunca fue nada mío. A pesar de mi admiración nunca pude quererla.