domingo, 25 de abril de 2010

Influenza

(vuelta al bajón, me toca empezar este post con una barra de chocolate in bocca).

(dicen que genera en el cerebro los mismos efectos que el cannabis)

1. Por momentos me siento orgullosa de ser extremista y radical con el cordón sanitario-energético que coloco para que no me jodan. Casi siempre me pone en aprietos: para este mundo has de ser tolerante y la tolerancia es lo racional. Onda Bob Marley, pues. Para mí, lo más racional es protegerse, defenderse ante cualquier atisbo de ataque, la racional irracionalidad del mecanismo de defensa, algo que todos deberíamos conocer y aprender a administrar inteligentemente (i just try, no siempre me sale el paso). Es la punta del iceberg de cierto hirviente sufrimiento que no puedo trabajar porque no puedo trabajar. Es la espada que extiendo para no morir. A veces agradezco a mis ancestros (que no elegí, así como ellos no eligieron ser lo que son ahora, después de muertos) haberme dotado de una determinada intensidad como parte de mi identidad. A veces los maldigo porque esa característica bloquea mi interacción. Maldigo que me indignen tantas cosas y que me dejen de indignar las que le indignan a la grasa mayoría (cosa, esta última, que me indigna en demasía de los "tolerantes aplicados"). Pero principalmente lo primero. He logrado reinventar mis mecanismos de defensa, reconducirlos, amoldarlos, usando como uno de los ingredientes fundamentales la lava de mi volcán. No puedo ser de otra manera. No le pidas al pájaro que sea canguro ni al lobo que sea oveja. No quieras ver blanco donde ves morado, no hay combinación de colores posible que lo logre. Tengo la exclusividad de intentar comprender lo que me pasa. La exclusividad y la obligación. También de protegerme. Estoy tan cagada que no me queda otra que jugar esa carta. Lo siento mucho. No quiero ser despojada de mi pelaje.

2. Ganas. Conectarme a un chat y buscar a alguien para ejercitar mi cuerpo. Remedio-o-matic de los tiempos modernos, aunque con el lesbianismo es todo tan difícil, porque la exigua cantidad de mujeres no da para too much choice, sino para conformismos o huidas hacia el anacoretismo, o bien hacia una convencional (o conveniente) heterosexualidad.

Y salió. No sé si estaba pensando demasiado en sexo: muchos dicen que la mente se incorpora a esa relación universal de causa-efecto, y que como piensas serás, que atraes todo lo que piensas o similares. Puede ser. El click respectivo generó el click inmediato. En 2 minutos ya estábamos cybertirando. Una, dos, tres veces. Muchos orgasmos. Fuegos artificiales. Autoproclamación de experta en la materia porque "yo soy Escorpio" (conozco el floro). Me quedé "flipando", a pesar de la carencia física, y teniendo en cuenta la confusión real-virtual que se da por estos días y, más aún, en una intensa usuaria de internet, como soy yo. Me fui a trabajar (en lo que puedo y debo) felíz y sonriente. Como si se tratase de un post-sauna. Como iluminada. Como si mi cuerpo me sacara de mi mente y sus estúpidas construcciones (i) lógicas. La repetición se dio el viernes, porque la chica, que no vive en Madrid, "estaba liada". Fue delicioso, telúrico, excitante. Hasta que intercambiamos palabras que trascendían la esfera del sexo. Llegaron los detalles. Los incómodos detalles. Las personas más allá de su engañosa (o materialmente honesta) construcción de máquinas sexuales. Las fibras que no están debajo de tus calzones y que duelen profundamente.

Y vinieron las palabras matapasión. Las actitudes matapasión. Todo tan rápido como el fuego. Qué rápida e impresionante extinción.
X: Me apena no haberte hecho gozar como los otros días.
Y: Sí me ha encantado lo que me has hecho hoy, pero no he estado a la altura, he sido yo. Perdóname.
X: No pasa nada.
Y: Es que me hubiera gustado estremecerme como antes, pero hoy he estado algo indispuesta, ya sabes, el Paracetamol a veces no es suficiente.
X: ¿Y a qué se debe ese dolor de cabeza?
Y: Hoy hablé con una persona y recordé el Perú. Recordé a sus políticos, al ambiente pestilente que me ha hecho pisar el acelerador de la soñada decisión del exilio.
X: ¿Y eso?
Y:
X: Es que vosotros estáis siete pasos más atrás que los países desarrollados.
Y: Siete es poco...

Y luego se desencadenó una pequeña flamewar sobre la identidad nacional. Obligatoria, según ella. Espontánea y "sociológica", según yo. Una discusión que me permitió entender que ella no era una interlocutora válida para conversar de estas cosas. Que, como buena europea promedio, tiene una conciencia mediana de las cosas, pero no da para más. Una sucesión de clichés del tipo "tú deberías luchar por tu país porque eres una persona preparada" (headache en ascenso), o de palabritas o frases de la usanza española actual que odio, que no me gustan porque los hacen parecer limitados mentales ("vaya", "el qué?", "y eso?", "o qué?", etcétera). Y bueno, la facilidad general (esta no es patrimonio de ellos, sino casi universal) de odiar el odio hacia ciertas palabras o frases, actitudes, nada lo suficientemente relevante como salir y empezar a matar gatitos y humanos, nada lo suficientemente irrelevante como para olvidarse del asunto y no expresarlo. La anticatársis del "positivismo" (casi comtiano, casi kelseniano) compulsivo.

Ayer intentamos reponer el asunto pero fue peor. Terminamos a palos. El tema de la agenda eran las reglas de las relaciones. Yo pienso que mientras sales con alguien puedes hacer lo que quieras, no hay relación, salvo, claro, feelings especiales, o muy especiales. Ella no. Incluso me dijo que lo que yo pensaba era de cobardes... Un poco chata de pensamiento, en verdad. La huevona encima me empezaba a echar la culpa de cosas mías (pero si nos conocemos días!). Y yo, más idiota aún, enganchándome con el tema. Dándole pie a estupideces. Dar confianzas así nomás no es coherente en alguien que pretende poner cordones sanitarios frente a posibles ataques, allí donde vaya. O una o la otra, querida. Otherwise, no pega... De todas formas lo que más me jodió fue el toque de la fibra íntima-migratoria/nacional. De mis zonas grises-personales al respecto. De mis rebeldías.

No debimos salir de nuestras vaginas. Y yo debería empezar a manejar más maduramente este complejo asunto de las relaciones (las sexuales y las que no...). Eso sí: nunca toleraré a la gente poco inteligente. Me bajan las revoluciones, o me las suben, really...

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